El uso de pesticidas y los riesgos para nuestros perros

Para los amantes de la naturaleza, del ecologismo y la vida natural, poder comprar y recibir en su casa, en un periodo máximo de 24 horas, un pedido de naranjas, limones, pomelos o mandarinas traídos directamente desde los campos de L’hort de la Llucera, en Valencia, sin intermediarios, saltándose todos los canales tradicionales de distribución para llegar directamente al consumidor final, solo es posible gracias al avance de las telecomunicaciones, de internet y del interés de los consumidores y productores por un producto de único y de calidad que no incluya grandes y complicados procesos para poder conservarse meses.

Naranjas al día es el resultado de cuatro generaciones de agricultores valencianos que desde 1860 y tras décadas cultivando los mejores cítricos, se consideran a si mismos unos productores artesanos pues seleccionan cada pieza, una a una, recolectándolas en el mejor momento de su maduración, ni antes ni después, a la vez que preparan los envíos de forma manual, con el único objetivo de poder disfrutar de la mejor fruta de la temporada directamente del árbol a la mesa, conservando toda su calidad, propiedades y garantizando su máxima frescura.

Según un informe elaborado por la relatora especial sobre el derecho a la alimentación y presentado ante el Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas, el impacto de los pesticidas en el medio ambiente y la salud de todos los seres vivos que habitan este planeta es catastrófico. El uso indiscriminado de sustancias como plaguicidas, pesticidas o herbicidas en zonas rurales o espacios urbanos, como parques o jardines, por muy bajo nivel de toxicidad que contengan siempre son un producto de riesgo para la salud de nuestras mascotas, incluso cuando se manipulen con sumo cuidado y siguiendo al pie de la letra todas las instrucciones que figuran en la etiqueta del producto, ya que un animal enfermo, lesionado o sensible a los componentes del producto puede poner en peligro su salud. Existen estudios recientes que indican que entre el ochenta y noventa por cien de los casos de exposición a pesticidas tiene lugar en espacios cerrados e incluso en muchas viviendas se han encontrado niveles elevados de residuos en suspensión de diferentes tipos de pesticidas.

Los perros pueden llegar a contactar con estos productos en muy variadas situaciones, como pueden ser, entre otras:

  • Por estar expuestos a la aplicación directa de estas sustancias sobre plantas, césped, malas hierbas, árboles u otras superficies sobre las que se hayan aplicado o fumigado y es que, al olfatear los canes, pueden contagiarse.
  • Los productos granulados para el césped o cebos para caracoles, babosas, etc. Asimismo, es importante controlar el cebo que ha sido enterrado para topos, pues con mucha frecuencia los perros excavan los cebos que han sido enterrados puesto que su olor les llama mucho la atención.
  • Por comer ratones o ratas, que hayan sido envenenados por plaguicidas.
  • Contaminación del agua por el uso de plaguicidas al beber los perros de ellas.
  • Juguetear con un envase de cualquiera de estos productos que se supone “vacío”, pues en realidad no lo están, ya que siempre queda un pequeño residuo del producto que supone un riesgo importante y los perros tienden a lamerlo con su lengua.
  • Los perros olfatean, lamen o comen cualquier cosa que se encuentren en la calle por lo que, si algún producto tóxico se presenta con un olor atractivo para ellos, es suficiente para derivar en una intoxicación, ya sea leve o grave pudiendo provocarle incluso, problemas irreversibles para su salud.

¿Cómo se puede detectar la intoxicación?

Las intoxicaciones producidas por estos productos pueden actuar poco a poco, en caso de saber o sospechar que el perro ha sido expuesto a un pesticida, debemos conocer cuáles pueden ser los síntomas para aprender a evaluar los riesgos potenciales. Se debe contactar y acudir a la consulta de un veterinario si se detecta alguno de estos síntomas: diarreas, vómitos, exceso de salivación, falta de coordinación, temblores o convulsiones, pupilas dilatadas, irritación de ojos o nariz, debilidad muscular en las patas con pérdida de equilibrio, dificultades para respirar, para caminar, etc., puesto que pueda llegar a estar afectado el sistema digestivo o incluso el sistema nervioso del animal.

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